miércoles, 31 de octubre de 2018

DUALIDAD. Por Nieves Buscató G.


  
Me dan miedo, mucho miedo, esas personas que presumen y te ponen los ojos en blanco mirando al cielo como si estuvieran iluminados para demostrarte lo espirituales que son.
       Piensan que han llegado para  hacer cosas muy importantes en la vida  y se dan una y otra vez contra el muro de la cotidianidad, pero siguen viviendo en un mundo que, al parecer, les viene pequeño, y  nos miran a los demás como seres inferiores a los que no les ha rozado “LA VERDAD”.  Una verdad que por lo visto a las personas que nos dedicamos a vivir no se nos ha sido revelada, y se dedican a meterte esa “verdad” entre pecho y espalda. 
Si difieres de sus ideas, te miran como se mira a un loco, a veces con condescendencia, pero la mayoría acusadoramente. 
Conocí a una persona que me contaba que había recibido los Dones del Espíritu Santo;  cada vez que te la encontrabas te daba un sermón de la bondad y el amor a Su Señor, con tal cara de éxtasis que me daba la sensación que iba a empezar a levitar de un momento a otro, y yo estaba más pendiente de atrincarla por los tobillos para que no se diera con el coco contra el techo, que de sus arreboladas palabras.   
       Pero, eso sí, era incapaz de auxiliar al vecino del al lado en un apuro.
     Estos personajes, aun no se han enterado que somos una dualidad, que somos materia y espíritu,  que hay que vivir cara a esas dos vertientes, no se puede alimentar a uno y dejar al otro escuálido y muriendo de inanición. A qué negar lo físico si lo físico no te va a negar a ti.
      Por muy espiritual que se sea, se sigue viviendo en este loco mundo y hay que tener los pies bien pegados a la tierra si no quieres fastidiarte; y mirar de vez en cuando hacia abajo para no caer de bruces al tropezar con una piedra o meter el pie en un bache del camino, que dicho sea de paso en mi pueblo están muy de moda.
       Cuanta gente hay desilusionada con la vida porque al creer que Dios los ha puesto en este planeta para hacer cosas muy, pero que muy importantes y verse sumidos en el día a día se cogen unas depres de caballo. No ven que lo de verdad importante son esas cosas pequeñas que se hacen cotidianamente, esas cosas que parece que no tienen importancia; que pasito a pasito se pueden hacer grandes distancias y que el mar está compuesto de muchas gotitas de agua. Quizás sea más efectivo regalar una sonrisa o un abrazo que cientos y cientos de palabras  aleccionadoras. 
      Os cuento un cuento:
     Dicen que un día, María necesitaba una aguja para coser la túnica que se le había roto a Jesús. No muy lejos de sus casa había un hombre que cultivaba dichos aparatejos (no olvidemos que esto es un cuento), y María se acercó a la casa del buen hombre a pedirle que le diera una aguja. El agujero (o como se llamen los que “cultivan” agujas), le dio mil y mil consejos de cómo debía usar dicho instrumento, pero no le dio ni una aguja, así que María se volvió a su casa sin nada con que poder coser la dichosa túnica, pero con un master en "agujología”. 
       Bueno, y ahora me pongo seria, si es que puedo. Al menos lo intentaré… 
      Uno de mis poetas favoritos, que los que me conocen saben que es Khalil Gibran dice: 
     “La esencia de todo lo que hay sobre la tierra, lo visible y lo oculto, es espiritual. Al entrar en la ciudad invisible, mi cuerpo se cubre con mi espíritu. Quien busque escindir el cuerpo del espíritu, o el espíritu del cuerpo, aleja su corazón de la verdad. La flor y su fragancia son una; ciegos son aquellos que niegan el  color y la imagen de la flor, diciendo que posee sólo la fragancia   vibrando en el éter. Son como aquellos deficientes en el sentido del olfato, para quienes las flores no son más que formas y matices desprovistos de fragancias.” 
       Se puede decir más alto, pero no más claro.

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