lunes, 17 de marzo de 2025

 

 

LOS QUE SE FUERON, PERO SIEMPRE ESTARÁN EN NUESTRO CORAZON Y NUESTRO RECUERDO:

 

MANUEL SOTOMAYOR



 

   El día 22 del próximo julio, se cumplirán cinco años del fallecimiento de uno de los más ilustres hijos de Algeciras, el sacerdote y arqueólogo D. Manuel Sotomayor Muro,  que, nacido en Algeciras el 10 de diciembre de 1922, falleció en Salamanca con 98 años de edad en aquel fatídico año de 2020, pero no a causa de la pandemia que hizo tambalearse nuestro mundo. En consonancia con el régimen demográfico de las primeras décadas del siglo XX, Manuel era el último de ocho hermanos. Tras cursar sus estudios de primaria y secundaria, a los diecisiete años ingresó en la Compañía de Jesús el 12/11/1939, se ordenó el 06/04/1952 e hizo sus votos finales en Granada el 02/02/1957. Estudió humanidades y filosofía en Madrid y magisterio en las Palmas de Gran Canaria, en Roma se licenció en teología y allí realizó su doctorado en Historia de la Iglesia, siendo además profesor de Iconografía Cristiana en el Instituto Pontificio de Roma. En la Facultad de Teología de Granada, fue profesor de Historia de la Iglesia, de Patrología y de Arqueología Cristiana. Incluso fue profesor invitado en la Universidad “Rafael Landivar” de Guatemala en 1991.

     Algo muy poco sabido, es que se ordenó sacerdote en el rito bizantino-rumano, para poder trabajar en el acercamiento entre católicos y ortodoxos en Rumanía, pero tras ser licenciado en teología y permanecer diez meses en Bélgica, le fue imposible obtener el permiso para entrar en la Rumanía de la época. Como consecuencia de ese interés, nos enseñó en los años sesenta la capilla de rito ortodoxo que había dispuesto en la Facultad de Teología de Granada.

     Era persona muy humilde, pero su valía científica y personal le hizo merecedor de numerosos cargos y distinciones, entre las que seleccionamos el pertenecer al Instituto Arqueológico Alemán, siendo consejero de honor del Instituto de Estudios Campo gibraltareños y miembro de la Real Academia de la Historia, así como del Centro de Estudios Históricos de Granada y de la Real Academia de Bellas Artes de Granada. Entre otras distinciones, recibió en 1991 el premio de Patrimonio Histórico de Andalucía y la medalla de oro de la ciudad de Andújar en 2014, que le dedicó su museo arqueológico por su inmensa labor en el yacimiento de Los Mijares.

     Como arqueólogo, se dedicó a la arqueología romana, pero su especialidad era la arqueología cristiana, campo en el que fue el mayor experto de España y posiblemente de Europa. Dirigió campañas de excavación en Granada (alfares romanos de Cartuja y ciudad romana de Illiberri), Almuñecar, (factoría de salazones) Pinos Puente, (Cerro de Los Infantes) Huescar, (villa romana) Gabia la Grande, (villa romana) Algeciras (hornos romanos de ánforas), Quesada, (villa romana de Bruñel), Andújar (gran complejo de fabricación cerámica) y Castellar de la Frontera (sondeos urbanos)

     Especial mención merecen los hornos de cerámica romanos, del Rinconcillo en Algeciras, descubiertos en 1965 por los miembros de la Comisión Organizadora del Museo Histórico-Arqueológico de Algeciras. Este notable yacimiento fue objeto en el verano de 1966 de la primera excavación arqueológica llevada a cabo en Algeciras siguiendo criterios científicos, siendo su director D. Manuel Sotomayor, que formó su equipo de trabajo con los miembros de la citada comisión, que colaboraron posteriormente en la publicación de los resultados obtenidos. En aquel entonces, y desde 1963, existía en Algeciras la Comisión, presidida por el farmacéutico y erudito José Rivera Aguirre. El trabajo realizado por la comisión fue tan brillante y eficaz, que su presidente fue nombrado oficialmente Delegado de Excavaciones Arqueológicas del Campo de Gibraltar y los miembros de la comisión continuaron su actividad pero integrados tambien en el nuevo organismo creado para la comarca.

Gracias a las gestiones de Sotomayor y a la importancia de lo excavado, los hornos fueron declarados en 1969 (Decreto 2533, de 16 de octubre), nada menos que monumento histórico-artístico nacional, pero por desgracia su potencial tanto socio-cultural como turístico, no ha sido aprovechado.

    Fue un prolífico autor y el número y calidad de sus publicaciones causa asombro, una relación casi completa de sus publicaciones puede consultarse en internet, tecleando su nombre y apellidos en Dialnet, con lo que nos haremos una idea, no solo de la cantidad y calidad de su obra, sino de su variedad. Se puede calificar de humanista a D. Manuel por su amplitud de miras, estando alejado de la miope super especialización a la que se tiende en estos tiempos. Entre sus líneas de trabajo destacan la historia de la Iglesia, el origen del cristianismo primitivo, en especial el de España, la Iglesia ortodoxa griega, con especial interés por Rumanía, el ecumenismo y el dialogo, la Granada romana y la ciudad de Iliberri, el Concilio de Elvira, la producción industrial de la cerámica romana, sobre todo de la sigillata, la iconografía paleocristiana e incluso cultura y picaresca en la Granada de la Ilustración.

    El conjunto de esta colosal obra ha beneficiado a varias generaciones de investigadores y sus conocimientos interdisciplinares le permitieron abrir nuevos campos como en la producción de la cerámica romana o en la iconografía paleocristiana. Sus investigaciones sobre historia de la Iglesia son un modelo de rigor y el conjunto de su obra, fruto de una vida dedicada íntegramente al estudio, es de una profundidad que orienta y enriquece a quienes se acercan a ella.

    Pero Sotomayor no se centraba solo en el detalle, cosa lógica en sus especialidades de trabajo, su amplísima formación y su perspicacia le permitían una visión panorámica a veces escalofriante: hace décadas predijo gran parte de la problemática actual, cuando aún ciertos aspectos del mundo contemporáneo no eran imaginables ni de conocimiento público. Se dice que un pesimista es un optimista bien informado, pero D. Manuel entre otras cosas, opinaba en privado que la humanidad estaba al borde de uno de sus grandes cambios, beneficioso a la larga, pero atravesando antes uno de esos periodos de barbarie, desgraciadamente tan recurrentes a lo largo de la historia.

     Los que tuvimos el honor de trabajar con el Padre Sotomayor, aunque fuera circunstancialmente y tratarle personalmente, somos testigos de la modestia y sencillez que siempre tuvo y de su afán por ayudar y orientar a quienes a él se acercaban, sin que jamás su altura intelectual le creara barreras de comunicación. En esta persona, los términos estudio, ciencia y erudición se quedan cortos: hemos perdido a un verdadero sabio…que además siempre se sintió algecireño, nunca dejó de contactar periódicamente con su ciudad natal, con la que estaba profundamente enraizado. Por ejemplo, decía, con cierto orgullo, haber residido un tiempo en la desaparecida “Casa de los Muñecos” de la calle Convento.

     D. Manuel no fue un científico nacido casualmente en Algeciras, sino un algecireño que, sin dejar nunca de serlo, y provisto de una gran modestia y humanidad, alcanzó los más admirables niveles de la ciencia…

     Corresponde ahora a su ciudad natal el que la figura de este gran hombre no se diluya en el tiempo y el olvido, recordando y transmitiendo a las generaciones venideras su ejemplo de esfuerzo, sencillez y sabiduría…

     Pero, cinco años después de su fallecimiento, todavía, que sepamos, no ha recibido el reconocimiento que merece este gran algecireño, que tan alto puso el prestigio de nuestra ciudad, tan necesitada de una imagen positiva y justa, que compense algún aspecto negativo siempre aireado por los medios foráneos, que suelen desconocer la realidad de nuestra tierra, con un mundo de posibilidades si estas fueran reconocidas y valoradas.

El reconocimiento a Sotomayor por lo tanto, redundará en beneficio de redundará en beneficio de todos nosotros. Desde la asociación la Trocha proponemos le sea levantado un monumento, que se le dedique una calle y que sea creado un premio de investigación tambien bautizado con su nombre. Asimismo, se podría recopilar su obra y tenerla a disposición de todos en formato digital.

 

Carlos Gómez de Avellaneda Sabio, presidente de la asociación “La Trocha”, de la sección 2ª del IECG y cronista oficial de la ciudad